No tengo idea de lo que As hacía con su celular. Estábamos juntos esa noche, pero dispersos. Él estaba en lo suyo, mientras yo, navegando en la red, sin tener tampoco una idea clara de lo que buscaba, encontré un libro que llamó mi atención; Metamorfosis de Franz Kafka. En esos días tenía yo un profundo interés en temas espirituales.
Comencé a leer, sentía todo en armonía. Me gustaba leer desde ese preciso sitio donde me encontraba; sentada sobre mis piernas, del lado izquierdo de la cama, en la recamara de As, pegada a la ventana de ese departamento, es que, era una ventana grande, y me gustan; me recuerdan a la casa donde vivía de pequeña. La recamara de mis papas era muy grande, una cama enorme, y toda la pared del lado izquierdo estaba casi ocupada por un ventanal. Desde ahí se miraba el jardín de nuestra casa; los árboles gigantes, que no creo que hayan plantado mis papas. Lo digo por el tamaño, seguramente estaban ahí cuando compraron la propiedad, algún día les preguntaré sobre eso. De ese lado dormía mi papá, y yo me recostaba en su pecho por largo tiempo viendo por esa ventana los rosales y demás plantas de mi mamá.
Ahora que lo cuento, tiene más sentido el porqué me gustaba esa ventana y ese lado de la cama; la calma que me producía ese lado izquierdo de la cama donde podía ver una planta de As detrás de la misma. Curiosamente esa planta ahora se encuentra en la entrada de mi casa, y ahora puedo verla por mi propia ventana. No la siento mía, es suya, pero me acompaña.
Llevaba leídas apenas unas veinte páginas del libro, volteaba a mirarlo a él, ahí enseguida mío, haciendo lo suyo, pero acompañándonos. Del otro lado se encontraba un buró, con unos 5 libros suyos. Eran los libros que As leía durante esos días, los intercambiaba y leía simultáneos. De frente veía los otros quien sabe cuantos que él tenía. Es la única persona que he conocido que valora de esa forma sus libros. Nunca los conté, y eso que más tarde también estarían frente a mi, en mi propia casa y los veía todos los días antes de dormir y al despertar; los ordené como siempre quise hacerlo. Recuerdo aquélla noche, mientras los veía, pensaba: “Deberían estar en un mejor lugar, más a la vista, mas ordenados, mas a la altura de su importancia, mas honorables”. Les tomé un cariño propio. Aún así, nunca tomé uno de ellos para leerlo. Yo tenía mis propios intereses, y mi Kindle que va conmigo a todos lados.
Se respiraba humedad. Adentro estaba encendido el aire acondicionado, pero me gustaba abrir un poco esa ventana, aún así, y respirar el aire natural, el olor de la planta recién regada, y el ambiente. En el buró, a mi costado también estaba la taza con café que As preparaba para ambos cada que yo llegaba; en una taza grande, que parecían cuatro. Yo lo comenzaba a tomar caliente. Él esperaba que estuviera frío, y tomaba el final. Siempre decía: “A mi no me gusta el café caliente, cariño”.
En realidad, me tomé un momento para ver todo eso que me acompañaba y disfrutaba. Dejé de prestarle atención a él, que ya no estaba en la habitación, y continué leyendo.
Me adentré en el libro, en la historia; absorbía todo como si fuera mi cena. Creo que no cené esa noche más que letras. Me pareció justo lo que buscaba ese día, lo que esperaba recibir. Fue tan rápido cuando estaba casi por terminarlo. No podía creer estar a punto de terminar de leerlo en una sola noche. Me emocioné tanto que salí a buscar a As, para contarle lo que estaba leyendo; que seguramente él ya había leído, no sé si hay algún libro que yo haya leído y el desconozca. Lo encontré en el balcón, a oscuras, atendiendo una llamada. Regresé a mi sitio, sin poder contarle.
Terminé de leer. Él, entró en ese momento; comencé a sentir ganas de irme. Empecé a sentirme incómoda, extraña, como ya me había sentido antes. No dí explicaciones cuando él me preguntó, pero yo sabía que todo parecía ser mi crisis de pánico invadiéndome y tenía ganas de salir. -Me voy, le dije. Él preguntó por qué, y sin recibir respuesta, me dijo que estaba bien, aunque era muy tarde y consideraba mejor que pasara la noche ahí. Yo sentía ganas de huir, de ir a no sé dónde; sólo quería salir, sentir el aire, o en realidad no tengo muy claro qué, pero ahí me sentía asfixiada. Algo en el pecho me presionaba.
Salí de la recamara. Aún recuerdo la cara de As; me veía extrañado. Bajé las escaleras apresurada, pero cuando salía de esa casa tenía el hábito de bajar, abrir la puerta de protección que daba a la calle, luego subir, cerrar la puerta principal donde también estaba el balcón, y después pasaba las llaves por la ventana. No sé en qué momento organicé esa rutina de salida, pero me gustaba. Iba desesperada; aún así no olvidé ningún paso. Me subí al carro, y me fui.
Estaba a punto de entrar a mi casa, cuando recibí un mensaje de texto: Hija, soy tu tío, dile a tu mamá que Elisa se mató.
? Esos detalles de nuestra infancia que marcan sensaciones para toda la vida….. como en ocaciones nos invades las emociones, nos rebasan y como la vida te da un nuevo golpe.. otra lección, una sensación más para toda la vida
Me encanta que sigas escribiendo. Me meto en la situacion muy rápido, hasta siento como si yo lo hubiera vivido. Sigue asi Star, se te aprecia mucho.