Pensé que después de la pandemia volveríamos a dinámicas antiguas. De aquéllas que se leen en libros de historias campesinas. Tipo portada del “Atalaya”. Donde hay mucha vista de la naturaleza y gente recogiendo frutas del campo. Como de los tiempos de siembra y cosechas propias para preparar los alimentos. A reencontrarnos con alternativas rústicas para cocinar.
Ya que vi que todos tuvimos que averiguar con qué recursos contábamos para sobrevivir. Me imaginé algo así para después.
En esos tiempos de pandemia algunos sí andaban pendientes de cómo crear su huerto en casa. Era tan difícil “hacer el súper” que las compras de los alimentos comenzaron a hacerse por internet. Y otras también. Las personas volvieron a cocinar más en casa. Muchas estaban aprendiendo a hacerlo y hasta le agarraron el gusto. Quizá por el tiempo libre o por mantenerse ocupados para no perder la cordura en el encierro. Otros por cuidar la economía familiar.
A cada rato veía fotos en las redes sociales presumiendo la creación que cocinaron en lugar de la ya entonces típica foto del platillo de comida en el restaurante que visitaron. Hasta los huevitos con machaca del desayuno se valía publicar. Atrás estaban los tiempos de la foto en los restaurantes “campestres”.
Las personas estaban reciclando. Separaban la ropa que ya no usaban para donarla. Reordenaban su alacena y la organizaban para hacerla rendir. Redecoraban y reparaban detalles en sus casas que llevaban posponiendo por meses. Tiraban todo lo acumulado y que no servía. Hasta aprendieron del sistema de organización de Marie Kondo y se mostraban muy felices al respecto. Le estaban “dando sentido” a todo.
Estaban practicando actividades de costura, pintura, carpintería, y otras manualidades. Útiles y productivas. Se valoraba el bajo costo.
Se mostraban por las redes sociales mas personas haciendo ejercicio. Se veía por todos lados ventas de kit “hazlo en casa” “hazlo tu mismo” para muchas cosas.
Creo que estábamos necesitados de actividades para mantenernos distraídos y entretenidos. Nos urgía supervivencia. Y la supervivencia parecía eso.
Muchos conocieron el yoga, la meditación y hasta la psicología. La curiosidad no nos mató; en ese caso nos salvó.
Aunque a la par de las actividades rústicas que se retomaron o reaprendieron explotó el uso del internet y los cursos online. A mi me provocaba rosas esperanzas aquello de lo rústico y esa parte de la vieja escuela.
Todo eso me causaba una clase de nostalgia. En aquel entonces comencé a desear una casa de gran jardín. Soñaba paisajes como los descritos en el libro de Ana De Las Tejas Verdes, o los que se veían en su adaptación; Anne with an E, la serie que se popularizó hace un par de años. Todo en esa serie me pareció bello.
De ahí me nacieron ganas de tener un marido que llegara por las mañanas con la leche que ordeñó de nuestras vacas propias; La Cuca y la Concha. ´Justo cuando mencioné los nombres me di cuenta que es muy propenso al malpensar´. Podrían ser la vaca Lola y Petra. Pero que fuesen un par de vacas mínimamente.
Hasta a un marido imaginaba, cuando ni siquiera tenía novio y no era una de mis prioridades entonces. Pero era esa clase de vida la que comencé a desear. No típica si no clásica. Y eso iba incluído en el cuadro. Parecía agradable. Básico, sano, simple.
Duró un par de años antes de que se nos permitiese retornar a actividades escenciales después de la declaratoria de pandemia. Se sintió como un abrir y cerrar de ojos cuando al fin todos pudimos salir del resguardo. Digo que pareciera tal cosa ya que pasó tanto y de pronto estabamos en una nueva normalidad.
No estoy segura de que sea la mejor normalidad.
A veces da la impresión de que no aprendimos nada. Lo digo porque volvimos a retomar un ritmo de vida estúpidamente acelerado. Quizá con amnesia social o un bloqueo colectivo debido a estrés postraumático.
Se aceleró el desarrollo de la Inteligencia Artificial. Y enseguida muchos oficios se volvieron obsoletos.
Ahora tenemos que iniciar sesión diariamente. Nos vemos por nuestras redes sociales. Se sabe a qué hora despertamos, dormimos, comemos. Todo se registra.
Cualquier persona sabe dónde estamos en todo momento con eso de la ubicación en tiempo real obligatoria. Ya ni los checadores de las empresas existen. No hacen falta. Muchos parecen felices con ésto, sobre todo las novias y esposas desconfiadas, los papas controladores y los jefes obsesivos.
Desde que se descontinuaron los certificados de estudio y ahora el valor de “grado” tiene que ver con los like que acumulas diariamente, percibo una mayor competencia. Menor sentido de la inteligencia y el conocimiento y mayor valor a la imagen.
Hay que invertir gran parte de tiempo y energía en ello; Es construir toda una identidad para las redes. Trabajar en un perfil excesivamente público. Crear un personaje. Y no sólo eso. El público tiene que validarlo.
No es posible prescindir del uso del celular. Hay que mantener las actualizaciones.
El clima de estrés y competencia es palpable. Se multiplicaron las enfermedades relacionadas con la espalda, los ojos, las articulaciones. La venta de fármacos antidepresivos y ansiolíticos su subió a las nubes.
Antes se gastaba dinero en pagar las plataformas de streaming para ver contenido. Ahora tambien se paga toda la que se pueda para crear el propio y que luzca mejor. De eso depende que te encuentres vigente, en competencia y reconocimiento. De eso depende tu valor.
Es difícil para alguien como yo que dejé de usar las redes sociales de un 9 a un 3. Yo le perdí el gusto desde que tuve problemas con ellas y fueron herramientas para el acoso y amenazas de diferentes tipos. Yo le pierdo el gusto y ¡boom! se vuelven obligatorias. Adiós a mi utopía.
Si se busca empleo entran a revisar el perfil y segun el numero de likes que se obtengan en las diferentes apps de redes sociales, laborales, y personales, así como los reviews que le hacen a la persona sus vínculos, la capacidad para manejar su perfil, los lugares que frecuenta, las ciudades que ha visitado, la calidad de las fotos, el ranking de las personas con las que interactúa, son algunos de los puntos a validar. ¿Dije personas? ¿o personajes?
Lo mismo pasa para salir con alguien. Para conseguir un date, se pasa por un estudio minucioso. No hay nada que hablar ni aclarar. Todo debe estar público para ser confiable. Se revisan muy bien las reseñas de los exes. Cuentan en el escalafón de parejas de alto valor.
Información actualizada e inmediata al alcance de cualquiera. Nadie está afuera, y si estás afuera no eres nadie.
En los recuerdos de los tiempos donde se comenzaron a “Cancelar” a personas con conductas que eran consideradas socialmente inaceptables basándose en criterios de la ethos del público en la red, se veía sólo el inicio. Pues ahora todo queda registrado.
Quedó obsoleto hasta aquéllo de la carta de no antecedentes penales. Al cabo todos se encuentran expuestos.
Ya no producen tanta curiosidad ni asombro las vidas de las estrellas de cine o los artistas. No son tan relevantes ni tiene valor su mérito. Se ve mas interesante estar pendiente de la vida diaria de los influencer, verlos hacer cosas ridículas o también comunes. Como verlos dormir. Esos sí son famosos. Tienen gran valor. El nivel en que se encuentran por los likes que han obtenido es impresionante. Producen y generan más para la industria. Se ha vuelto el oficio más valorado y aspirado.
Se es lo que los likes demuestran. Importa solamente lo que socialmente te califican.
En mi caso, estando en casa, mi perro y mi novio no me darán los likes suficientes para “rankearme” lo tengo claro. Yo soy uno de esos tipo fantasma.
Sesenta lectores mensuales en la web no representan nada. Con la IA creando historias increíbles los escritores famosos hacen lo mismo que lo que era tuitear. Por lo tanto, los que lo eran ya no lo son.
Tal vez mi percepción pesimista de la nueva realidad no me permitirá aumentar mi ranking. Y es que, para continuar la lista; debes estar calificada como persona feliz. Todavía no entiendo bien esa estadística. Lo que he visto es que hasta para entrar en la estadística se debe publicar cosas felices y positivas. Total. Publicar. Mostrar. Aparentar si hace falta. Pero publicar.
¡Uf! Cansa de repasarlo. Una pausa. Ejercicio de respiración a la antigua (sin publicarlo). Acomodarse los chakras (que no cuenta porque no se puede sacar foto de ello) y no pasa nada (porque no existe).
Como dijo el personaje del esoterista excéntrico en la película It´s All About Karma:
“Lo que realmente importa es que comeré cerdo con patatas.” Algo así en su traducción.
Cuando para mí fue importante “hacer” mas. Acabé una parte de mi y de lo que me rodeaba. Muchos lo llamaban ” tocar fondo”, “el punto de inflexión”, “el despertar”. Era popular comprender el “despertar espiritual y de conciencia”, pasó de moda rápido. Pero a mi me gustó.
Me quise quedar con eso. Fué mas seguro estar algo lejos de todo que estar expuesta. Mis gustos se volvieron mas simples. y valoré todo de formas distintas.
Persiste el sueño de aquélla utopía; La casa con gran jardín. Cosechar mis propias frutas y verduras. Sentarme en una mecedora en el patio a tomar café. Ver llover y respirar el olor a tierra mojada. El celular en modo silencioso. Hojear, tocar y oler un libro ya leído. Percatarme que los mochomos están escondidos. Ver al perro perseguir a los pájaros que nos visitan. Escribir cuanto quiera para el alma que necesita expansionarse. Aún si nadie lo lee. Percibir el viento. Agua limpia. Que no falte el aire acondicionado en tiempos de calor. Amor.
Continuará la competencia por los likes. Soy de los fantasmas. Pero hoy cenaré cerdo con patatas.